FORMACIÓN DE UNA NUEVA VIDA: CONCEPCIÓN
Encuadre Louise Brown, la primera “bebé de probeta”
El escritor Aldous Huxley lo pronosticó en 1932: la vida humana creada
en el laboratorio. Como lo describió Huxley en su novela Un mundo feliz,
la proeza se podía lograr sumergiendo los óvulos humanos, que se habían
incubado en probetas, dentro de una caja de Petri con espermatozoides masculinos
que nadaban libremente. Huxley visualizaba su “mundo feliz” a 600
años en el futuro, pero fue sólo 46 años después de su predicción que un
nacimiento por medio de fertilización in vitro, o fertilización fuera del cuerpo
de la madre, se volvió una realidad.
Louise Brown, la primera “bebé de probeta” documentada en el mundo,
nació el 25 de julio de 1978 en un hospital de ladrillo rojo con cuatro pisos
situado en el viejo pueblo textil de Oldham, en el noroeste de Inglaterra. No
se le concibió en una probeta, sino colocando un óvulo maduro de su madre,
Lesley Brown, quien tenía 30 años, en un plato poco profundo de cristal con un líquido que
contenía el esperma de su padre, John Brown, de 38 años de edad. Luego de dos días durante los
cuales el organismo unicelular resultante se multiplicó a ocho células, el embrión se implantó en
el vientre de Lesley.
Hasta este suceso, Lesley y John, un conductor de camiones en la British Railway Network,
eran, según su propia descripción, una pareja normal que vivía en una casa humilde en Bristol.
Aunque ya estaban criando a la hija que John había tenido en un matrimonio anterior, y que
ahora contaba con 17 años de edad, deseaban con desesperación tener juntos un bebé. Después
de siete años sin haber logrado concebir, acudieron al entonces método experimental in vitro. El
cumplimiento de los deseos de los Brown fue la culminación de más de un decenio de difíciles
investigaciones preparatorias realizadas por el ginecólogo Patrick Steptoe y el fisiólogo Robert
Edwards, en la Universidad de Cambridge. El resultado fue mucho más que un solo bebé. trabajo de Steptoe y Edwards trajo al mundo una nueva rama de la medicina: la tecnología de
reproducción asistida.
Había muchas preguntas en el aire mientras Lesley y John Brown esperaban el nacimiento
de quien llegó a llamarse en los encabezados de los diarios el “Bebé Milagroso” y el “Bebé del
Siglo”. A pesar de los afanosos esfuerzos por mantener en secreto el nacimiento, las noticias se
filtraron. Hordas de reporteros de periódicos y televisión de todo el mundo revoloteaban fuera
del hospital y, posteriormente, acamparon en el jardín frontal de los Brown.
La historia provocó un debate sobre las implicaciones morales de manipular la naturaleza
—y, posteriormente, la posibilidad de granjas masivas de bebés y de ingeniería reproductiva, que
podrían alterar o diseñar, a la medida, los “productos” de la reproducción—. La preocupación
más inmediata eran los riesgos para la madre y el bebé. ¿Qué tal si el bebé nacía con graves deformaciones?
¿Cualquier bebé concebido en un plato de laboratorio podría tener una vida normal?
Se vigiló y revisó a Lesley con más frecuencia que a la mayoría de las madres embarazadas y,
como precaución, pasó los últimos tres meses del embarazo en el hospital. El nacimiento ocurrió
dos semanas antes de lo esperado, mediante cesárea, porque Lesley había desarrollado toxemia
(envenenamiento de la sangre) y el feto no parecía estar aumentando de peso. El parto ocurrió
con normalidad y sin complicaciones adicionales.
La niña rubia, de ojos azules y de 2.27 kilogramos de peso era, según todos los informes,
una hermosa bebé normal que nació llorando vigorosamente. “No existen diferencias entre ella
y cualquier otra niña”, sostuvo su padre. “Simplemente le dimos una mano a la naturaleza”
(Louise Brown, 1984, p. 82).
Para el momento en que Louise celebraba su cuarto cumpleaños, ya tenía una hermanita “de
probeta”, Natalie, nacida el 14 de junio de 1982. Lesley y John utilizaron parte de los ingresos
obtenidos de entrevistas, un libro y los derechos fílmicos para comprar una modesta casa; el resto
se guardó en un fideicomiso para las niñas.
A pesar de su muy publicitado nacimiento, Louise Brown ha llevado una vida sin pretensiones.
Para cuando cumplió 25 años, se estimaba que cerca de 1 000 de los más de tres millones
de nacimientos en todo el mundo habían ocurrido por medio de fertilización in vitro y celebraron
la ocasión (Reaney, 2006; ICMART, 2006). Louise, que se comprometió con un guardia de
seguridad bancaria con quien está casada en la actualidad, dijo que no tenía planes inmediatos
para comenzar una familia y simplemente deseaba que se le tratara como una “persona normal”.
Su hermana menor, Natalie, tiene dos hijos concebidos de manera tradicional (Daley, 2003). En
enero de 2007, Louise, a la edad de 28 años, dio a luz a un niño concebido normalmente (Associated
Press, 2007).
¿Qué hizo a Louise Brown la persona que es? Como pasaría con cualquier otro niño, todo
comenzó con la dotación hereditaria de su madre y padre. Por ejemplo, tiene la complexión
robusta, la frente amplia y las mejillas regordetas de su padre, y la nariz inclinada y boca
curvada de su madre, al igual que su carácter fuerte. A Louise también la afectó una multiplicidad
de influencias ambientales, desde ese famoso plato de laboratorio hasta el tremendo interés
público en su historia. Como preescolar, era mentalmente precoz, traviesa y (por admisión propia
de sus padres) mimada. En la adolescencia, al igual que a muchas de sus compañeras, le gustaba
nadar y montar a caballo, llevaba dos pernos de oro en cada oreja, veía MTV y estaba enamorada
del actor Tom Cruise.
La mayoría de los niños no se vuelven famosos, en especial al nacer, pero todo niño es producto
de una combinación única de influencias hereditarias y ambientales puestas en movimiento
por la decisión de sus padres de formar una nueva vida. Comenzaremos este capítulo examinando
la manera en que se concibe la vida, ya sea por medio de la reproducción normal o con tecnologías alternativas, muchas de ellas desarrolladas a partir del nacimiento de Louise Brown.
Consideraremos los mecanismos y patrones de la herencia —los factores hereditarios que afectan
el desarrollo— y la manera en que la orientación genética puede ayudar a las parejas con la decisión
de convertirse en padres. Examinaremos la forma en que herencia y ambiente colaboran, y
cómo se pueden estudiar sus efectos sobre el desarrollo.
Después de que haya leído y estudiado este capítulo, deberá ser capaz de responder cada una
de las preguntas indicadoras. Búsquelas de nuevo en los márgenes del capítulo, donde señalan los
conceptos importantes. Para confirmar su comprensión de estos indicadores, revise el resumen
al final del capítulo. Los puntos de verificación localizados a lo largo del capítulo le ayudarán a
verificar su comprensión de lo que ha leído.
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